Comparto esta interesante reflexión de mi alumna Ofelia Aguirre Ruelas del Diplomado en Comunicación Empresarial Estratégica, del Tecnológico de Monterrey.
A punto de finalizar la primera década del una vez tan esperado siglo XXI, el avance vertiginoso de la tecnología ha creado nuevas necesidades, de tal manera que hoy no se concibe la vida sin una computadora como fiel representante de esta era.
Hoy nos damos cuenta que las habilidades básicas que durante milenios le sirvieron al ser humano para comunicarse y desarrollarse, como hablar, leer, escribir y escuchar, ya no son suficientes para tener contacto con los demás ni para enfrentar los retos que el mundo actual nos demanda. Es así que debemos aprender otras habilidades, nuevas, distintas, impensables hasta hace unos años, que nos permitan salir avante ante las exigencias que nos imponen las nuevas tecnologías. Lo cierto es que se requiere de una buena dosis de apertura mental y no menos flexibilidad para aceptar que todos aquellos inventos que aparecían en las series de ciencia ficción son ahora una realidad contundente y algunas veces hasta abrumadora.
Como migrantes de la tecnología nos ha costado mucho trabajo entender que hoy prácticamente todas a las actividades que se realizan en cualquier ámbito son realizadas por máquinas computarizadas que lo mismo ensamblan las partes de un automóvil o que reciben la comanda de alimentos en un restaurante.
Si bien es cierto que las computadoras y desde luego la aparición de internet nos han hecho mucho más fácil la vida, ya que podemos obtener información de cualquier parte del mundo con sólo un click de distancia, o comunicarnos con quien sea a través del correo electrónico, el avance de la tecnología ha hecho también que millones de personas pierdan su empleo. Hoy por hoy las secretarias en una oficina son una especie en extinción, ya que han venido a ser sustituidas por módulos secretariales formados por un teléfono que si no se contesta, permite dejar un correo de voz y una computadora conectada a otra máquina que imprime el documento que redactemos, si es que se necesita. Los carteros son otra especie que ya está prácticamente extinta y así podríamos enumerar a otros trabajadores, que gracias a la tecnología han sido obligados a buscarse de otra manera el sustento.
El uso de la tecnología no es gratuito, tener una computadora en casa, con diversos softwares e internet implica un gasto que en nuestro país todavía la mayoría de la gente no puede darse. Sin embargo, las nuevas generaciones se las han ingeniado para estar al tanto de sus avances. Cada vez son más los cafés internet que se ubican en poblaciones semirurales que tienen ya conexión con la red de redes y ni qué decir de la proliferación del uso de celulares prácticamente en todos los estratos sociales. Ahora nos preguntamos con una mezcla de asombro e ingenuidad cómo es que podíamos vivir sin tener un teléfono celular. Todos alguna vez nos hemos regresado a nuestra casa al darnos cuenta que habíamos olvidado el dichoso aparatito, porque sin él nos sentimos perdidos e incomunicados cual náufrago en isla desierta.
El avance de la tecnología se produce a una velocidad tan rápida que apenas nos estamos acostumbrando a una nueva herramienta, cuando ya apareció otra que puede realizar muchas más funciones. Por lo pronto y siendo migrantes de la tecnología se antoja impensable, por ejemplo, que los periódicos sean candidatos a desaparecer, no sé si nos negamos más por el romanticismo de tocar y oler las hojas entintadas y con ello desdeñar la facilidad de informarnos de manera gratuita a través de la computadora o por no ser flexibles ante los aires de cambio.
En ese sentido recordamos cómo escritores tan famosos como Gabriel García Márquez, Alvaro Mutis y Carlos Fuentes, por mencionar a algunos, fueron reacios en su momento a dejar su papel y pluma para dar paso primero, a la máquina de escribir mecánica y luego a la eléctrica para finalmente sucumbir ante la indispensabilidad de la computadora. Se acabaron para ellos las miles de hojas hechas bolita cuando lo que estaban escribiendo no era de su agrado, ahora con sólo apretar una tecla, borran o guardan lo que estén escribiendo.
Qué lejos queda para mí y hablaré en primera persona, aquellos días en los que se diseñaban los anuncios publicitarios del Instituto Nacional de Bellas Artes y que a diario se hacían para llevarse con mensajero a todos y cada uno de los periódicos en donde debían aparecer al día siguiente. Hace tiempo que eso no existe, ahora se diseñan en la computadora, se acabó el restirador, los formatos de inserción, el mensajero y demás, con sólo un click el anuncio llega de manera simultánea a todas las publicaciones, quien lo diría.
Esto nos lleva a darnos cuenta de que el hecho de trabajar e informarnos a través de una máquina hará que en el mediano plazo dejen de talarse, ojalá, millones de árboles en el mundo que entre otras cosas satisfacían la necesidad de producir hojas de papel para la impresión de documentos, periódicos, revistas y tantas otras cosas. El cambio así resulta ecológico.
Por otra parte no debemos perder de vista que como en todo, el avance y uso de las nuevas herramientas de información y comunicación tienen sus pros y sus contras. En ese sentido el que se tenga hoy la facilidad de realizar una serie de transacciones bancarias y comerciales a través de la red, también ha originado nuevas modalidades de delitos, los cibernéticos. ¿Cuántas personas no han tenido problemas porque hackers han manipulado sus cuentas bancarias o han efectuado compras por Internet a sus costillas? También es cierto que hoy podemos ir por la vida con una tarjeta de plástico expedida por algún banco que nos da acceso a comprar casi todo sin llevar efectivo en la bolsa.
Cómo no agradecer a la revolución que ha originado la tecnología los avances de la medicina que hoy permiten realizar intervenciones quirúrgicas con el mínimo de invasión al organismo, hechas por supuesto, por máquinas pequeñitas manipuladas por el médico. Las expectativas de vida de los seres humanos han crecido junto con la calidad de la misma.
Hoy también podemos viajar por el mundo y conocer gente de otras culturas y costumbres gracias a internet, que nos permite establecer comunicación con cientos de personas y el intercambio de diferentes puntos de vista, así como información e imágenes que nos acercan, aunque estemos en distintos países o continentes. Es un hecho que en materia de comunicación las distancias han sido borradas no de un plumazo, sino de un teclazo.
Tan es así que en la actualidad ya se practica una nueva forma de trabajar sin tener que desplazarse, nos referimos a las videoconferencias que nos permiten acordar, tomar decisiones en torno a cualquier situación que se presente en nuestro trabajo. Esto ahorra tiempo y permite poner en práctica de inmediato lo que se haya tratado con esa nueva forma de comunicación. Los famosos viajes de negocios acabarán desapareciendo.
Podríamos seguir enumerando todos los beneficios que la tecnología brinda y seguirá otorgando al mundo con sus consecuentes perjuicios. Sin embargo y en un afán de abrir las mentes de los migrantes que como yo están aprendiendo a dejar de lado el miedo para adentrarse con curiosidad al mundo de la tecnología y hacerla suya, les diría que somos privilegiados de poder vivir el cambio que nos permite comparar lo que teníamos con lo que tenemos, que debemos tener paciencia para incorporar a nuestra vida diaria todo lo que con un click está a nuestro alcance, claro está, sin perder de vista que las facilidades que nos ofrece el uso de la tecnología puede hacernos insensibles, más aún de lo que nos ha vuelto la sociedad actual, y que nos puede convertir ¡horror! en seres tan fríos como un microcircuito o tan impersonales como una intangible señal perdida en el ciberespacio.