La Aldea Global
por Juan Francisco Ávalos
Reseña crítica presentada para la Clase de Tecnologías de la Comunicación y Sociedad
Durante los últimos años del siglo XIX los humanos de las grandes urbes experimentamos el preámbulo de un cambio que de manera gradual se ha venido gestando desde hace ya un par de décadas y que nos fue hipnotizando al extremo de perder la noción de los alcances de la técnica humana y del cambio en si, este último, que aun no llega a su clímax, representa un fenómeno de tintes completamente regenerativos para quienes habitamos la mancha de occidente; de otro modo, el pivote de una nueva configuración de la humanidad tanto en un plano sociológico como en uno antropológico. Cabe destacar que no se habla de un suceso nuevo desde el estricto significado del término sino de un nuevo ciclo del nudo humano cuyos hilos sólo son estirados y presentan un solo lado; un complejo sistema de arquetipos que arrastramos desde nuestros inicios como civilización y que de manera circular y jalados por los demás van y vienen a voluntad.
En una mínima fracción de tiempo nos convertimos en una suerte de cyborgs atiborrados de dispositivos capaces de proyectar nuestras personalidades e incluso nuestros espíritus fuera de nuestro cuerpo. Arrojado al plano material, la era de las extensiones de los sentidos cada vez más próximas a la perfección y que subliman nuestra sustancia como seres individuales. En esta transición, no forzosamente necesaria para entender el tétrade, Marshall McLuhan y Bruce R. Powers intentan dar sentido al nudo humano a través del análisis profundo de la complexión del cerebro humano; y más a profundidad la existencia de una dualidad que rige nuestro espacio externo y la experiencia humana en función de una lucha entre lo cualitativo y lo cuantitativo, lo subjetivo y lo objetivo, el lado derecho y el lado izquierdo del cerebro, el espacio acústico y el espacio visual.
A grandes rasgos, el libro está distribuido de la siguiente manera. Como el mismo Powers menciona, los capítulos 1 al 6 muestran entre otras cosas el camino que los llevó tanto a él como a McLuhan, particularmente a McLuhan, a la elaboración del tétrade (o metáfora de cuatro partes). Más delante y con la asimilación de dicha herramienta se muestra un panorama futuro escrito en el lenguaje de los artefactos. A grandes rasgos la capacidad de predecir el futuro a través de un objeto.
El siguiente texto intentará recuperar varios de los conceptos mencionados por McLuhan y Powers a lo largo de la obra “La Aldea Global” Por otro lado y de manera general presentará un análisis más a profundidad de dichos conceptos basándose en la temporalidad de los autores y percepciones actuales de la influencia de los artefactos en la vida de la humanidad. **
Antes de comenzar es importante mencionar que el tétrade opera básicamente en el fondo y en la forma de los objetos, la doble metáfora tiene dos lados para cada uno de estos, y estos a su vez se encuentran en una amalgama donde no existe el uno sin el otro. Se dan los casos en que el fondo es negado o simplemente se carece de la capacidad para asimilarlo, pero siempre está presente tanto en la llegada como a lo largo de la vida de cualquier objeto y su entendimiento va en completa función del uso del lado cualitativo del cerebro, pero eso será explicado más adelante.
Los artefactos desde sus inicios han servido como extensiones de tal o cual sentido y básicamente para enfrentar su entorno de manera que elevan al humano por encima de sus capacidades comunes. La naturaleza humana tiende a mitificar y realzar todo lo que crea por encima de su valor real, de modo que no es raro que la fascinación del hombre por un objeto llegue al grado de volverlo espécimen de un solo sentido. Parte de la naturaleza del tétrade intenta dotar de la capacidad de reconocer las implicaciones de un artefacto antes de que éste llegue a su desenlace y antes de que, de algún modo, haya causado estragos. Entonces, el fondo de cualquier tecnología se da, según McLuhan, tanto en la situación que le dio origen como en las implicaciones que su uso traerá.
La fricción constante entre el hemisferio derecho y el hemisferio izquierdo del cerebro o en el fondo y la forma no guarda sus consecuencias. El espacio que divide ambos lados permanece en constante resonancia generando cambios, o lo que los autores llaman chiasmus en el momento culminante, dicha resonancia afecta el lado derecho o acústico del cerebro y conlleva la tendencia natural de entender algunas situaciones ocultas del lado derecho del cerebro. Para este caso el tétrade puede ser tomado como un proceso natural del pensamiento humano basado en información cualitativa; de otro modo, se da de manera natural en algunos casos al ser un proceso intrínseco del hemisferio derecho del cerebro.
El tétrade funciona no como una teoría sino a partir de conocimiento empírico como una serie de preguntas que cierran un circuito en el cual quedan expuestas todas las dimensiones de todo lo que pase por él. Resalto, en el párrafo anterior, la cuestión de que funciona de manera natural por el hecho de que, comúnmente, se comete el error de incluir la parte cuantitativa o al hemisferio izquierdo en dicha labor dando un resultado erróneo ya que el fenómeno que emana de un objeto es mucho más complejo (simultáneo) como para ser descompuesto, catalogado y organizado para su análisis secuencial. Más adelante explicaré el tétrade con mayor profundidad.
Como mencionaba en un principio, todos los artefactos del hombre, al ser una extensión de sus sentidos, llevan una carga de significado, un mensaje implícito en su fondo que por ende conforma un sistema de signos decodificables o en si un lenguaje. Dicho lenguaje, que está naturalmente oculto, se pone al descubierto por el lado derecho del cerebro y manifiesta la manera en que se da la relación del humano con sus artefactos. Es importante mencionar esto ya que como lo veremos más delante el tétrade funciona como traductor de esta lengua en su labor de predecir el futuro.
Evidentemente el lenguaje de las máquinas determina el grado de adaptación del humano a su objeto o, más bien, según los autores “la totalidad de satisfacciones e insatisfacciones que engendra” en el mismo. El tétrade, en su labor de encontrar los patrones de elaboración, funciona de la siguiente manera y se da de forma simultánea “no secuencial”
1.¿Qué agranda o incrementa cualquier artefacto?
2.¿Qué desgasta o deja obsoleto?
3.¿Qué recupera que haya estado antes en desuso?
4.¿Qué invierte o cambia hasta que se le empuja hasta el límite de su potencial?
Parte relevante del tétrade es que permite ver ambas extensiones a la vez. Permite ver el fondo y la forma. Los autores recurren a la metáfora como herramienta que facilita el significado en términos paralelos, de otra manera, la metáfora es la manera más fiel de ver un fondo a través de una forma por repetición.
Para entender de mejor manera el tétrade cabe llamar el ejemplo del automóvil en palabras de los autores.
…el automóvil amplió nuestra capacidad para cubrir una distancia con mayor rapidez y, hasta cierta medida, para llevar una carga. Sin embargo, casi desde el principio, este invento afectó la relación del hombre con el tiempo y el espacio, tornando obsoletas las formas de organización enraizadas en las tradiciones pedestres y ecuestres…
Cabe destacar que el hecho de que un objeto caiga en desuso no implica su desaparición, sino que cambia su significado en función de una nueva necesidad, por ejemplo, las sociedades tradicionales con la llegada de la tecnología tienden a ser catalogadas como anticuadas pero con el paso del tiempo vuelven a ser llamadas para reafirmar valores perdidos, o de otro modo como un cliché respuesta a una nueva carencia.
[El automóvil con combustible devolvió un sentido de identidad privada e independencia…] [Llevado a un extremo, en el desorden, la congestión y la contaminación urbanos…]
Se traduce en automóviles eléctricos y la recuperación de la bicicleta u otros transportes, no contaminantes, llevadas al desuso por el mismo automóvil como formas alternativas y que a la vez intentan un efecto reversible.
El análisis tetrádico permite al humano recuperar la conciencia de los efectos ocultos de la tecnología en cualquier nivel.
Parte del fondo que revela el tétrade en el nudo humano es la existencia de los arquetipos como patrones de comportamiento colectivo y que son gobernados por el miedo del hemisferio izquierdo a la incertidumbre de lo nuevo. Para entender la naturaleza del arquetipo primero es necesario ver uno de sus componentes más importantes. Dentro de la nostalgia por condiciones de vida anteriores, donde opera el arquetipo, está el cliché como un “descubrimiento en una nueva dimensión de experiencia” o en términos coloquiales, la re contextualización de un objeto en desuso. Los clichés tienden a un juego simultáneo e infinito de sucesiones de significados que son desplazados una y otra vez y de manera exponencial transformando otros significados. Recuperamos los arquetipos y en el proceso se genera una resonancia. Al entrar uno nuevo, un artefacto en desuso es cambiado a un plano donde la mayoría de las veces se eleva su valor como reliquia o en algunas ocasiones como objeto de arte. Funcionan en cadena, dándole nuevos múltiples valores y significados a los objetos.
Pero los efectos no se dan de manera uniforme, dependen de la cultura que los asimile. En este texto definitivamente nos enfocamos en la experiencia occidental, proveniente de la antigua Grecia, y que es la más afectada por el espacio visual cuantitativo del hemisferio izquierdo del cerebro; pero cabe destacar que la perspectiva de oriente y en si de sociedades rezagadas tecnológicamente difiere de manera que el fondo rara vez es el mismo para culturas diferentes, también existen casos donde el hemisferio derecho predomina sobre el izquierdo dando diferentes fenómenos que se verán de mejor manera cuando profundicemos en las distinciones entre los dos cerebros.
El caso de los arquetipos es un legado de la experiencia visual a lo largo de los años. Pero que sucede para el caso donde el espacio visual simplemente no existe. Las construcciones, por ejemplo, para un invidente no vienen de fuera sino de la experiencia acústica, del interior. Que sucede cuando se intenta aplicar los paradigmas del espacio visual a alguien que jamás ha experimentado una línea recta. El caso de la objetividad resulta ser uno de los elementos más engañosos y a los que más nos aferramos como realidad, pero basta excluir la vista de una experiencia para cuartar la objetividad. ¿Qué sucede con la subjetividad? ¿Con lo que percibimos pero no vemos? De algún modo nos volvimos esclavos de la comprobación visual. Menciona Jacques Lusseryan , “cuando descubrí el mito de la objetividad en algunos pensadores modernos, me enojé. Así que para estas personas sólo había un mundo, el mismo para todos. Y todos los demás mundos debían ser considerados ilusiones dejadas del pasado” de modo que negamos, como a un hijo incomodo, la existencia de nuestro lado subjetivo, el que se da de dentro hacia fuera y que es tangible, ni es comprobable pero que está en todos. Es por ello que el tétrade se da más en la experiencia del hemisferio derecho y hace a un lado las limitaciones de los sujeto a comprobación.
Si la experiencia de no ver intensifica los demás sentidos al elevar la experiencia humana hacia el interior, quienes tenemos nuestra existencia en el plano visual nos encontramos atrapados en el sistema de conceptos emanados de las construcciones lineales, secuenciadas y ordenadas del hemisferio de la vista, principalmente regido por el tiempo secuencial.
Cada uno de los sentidos genera su propio espacio, al estar aislado de los demás el sentido de la vista ha sublimado a los demás y acostumbrado al cerebro a no ver más allá de los que se mira. El cerebro, acostumbrado a los patrones de lo visual, nos impide asimilar que se den fenómenos de otra índole. Por ejemplo, es del espacio visual la característica de que sólo un objeto puede ocupar un lugar en el espacio. Como menciona Powers, “el cerebro ha sido educado por la vista para ver líneas rectas” incluso donde no existen. Menciona el hecho de que la línea recta fue una invención del hombre regido por el hemisferio izquierdo del cerebro. La existencia de un mundo regido por líneas rectas tiene sus implicaciones, manifiesta en el cerebro humano una tendencia a organizar el pensamiento, a estructurar y dar secuencia a cada idea en un sistema de jerarquías. La manera de percibir el tiempo es una de las más fuertes evidencias. Para quienes no están acostumbrados a las construcciones lineales occidentales o que han seguido una tradición de fondo el tiempo pierde toda secuencialidad. En otras palabras, el ahora o “presente eterno” es el único tiempo que rige el pensamiento de quienes son regidos por el hemisferio derecho.
El espacio de los sentidos y en particular el de la vista, que llegó con el desarrollo de la escritura, hace de la experiencia humana un juego de patrones que se repiten sin cesar a lo largo del tiempo secuencial. Para entender lo anterior o de otra forma el nudo humano basta entender, con ayuda del tétrade, la historia del dinero. En repetidas ocasiones el dinero ha pasado del uso al desuso de la misma manera, según el tétrade, genera una especie de rechazo en sus inicios, cuando es adoptado acelera las transacciones y se comienza a instituir; elimina el trueque y recupera el consumo de una manera notable y termina convirtiéndose en crédito o no-dinero. Esto se repite una y otra vez conforme termina su ciclo y es mandado al desuso por otro objeto.
En si, la vista se encierra y encierra a los demás sentidos y a la mente en un espacio limitado, cuantificable y monótono. La objetividad viene del sentido de la vista, simplemente lo que no vemos no existe. Por otro lado el espacio acústico es un espacio infinito en donde no existe una sola fuente ni existe una limitación espacial para los objeto. La palabra escrita trajo consigo una propensión a ordenar y clasificar las cosas. Con el paso del tiempo la creación y más tarde la repetición de arquetipos se intensifica de manera exponencial. Las vivencias se mitifican y son estereotipadas por quienes escriben sobre su propia existencia. La palabra escrita documenta y da validez inviolable a la experiencia humana, de otro modo, genera un catálogo de experiencias donde las vivencias individuales se ajustan.
Su mera existencia los dota de igual peso significativo. El hecho de que el hemisferio izquierdo haya predominado y tomado las riendas del hemisferio derecho no significa que no exista la posibilidad de encontrar un equilibrio, definitivamente las circunstancias han empujado a volverlos antagonistas pero en una relación donde no existe el uno sin el otro. Conciencia, según los autores, se da en el equilibrio entre ambos cerebros , “cuando estas funciones hemisféricas están en verdadero equilibrio, que es raro, se obtiene como resultado, “conocimiento comprensivo”” en la mayoría de los casos cualquier cultura tiende hacia un lado del cerebro. Los orientales del lado derecho en contraposición con los occidentales del lado izquierdo. Tal es el grado de adaptación que cuando intentamos, los occidentales, explicar un fenómeno del lado derecho o relativo al lado derecho recurrimos a las convenciones del hemisferio izquierdo.
La unión entre ambos cerebros se da en el cuerpo calloso, “coordina la construcción audio-espacial y la ideación no-verbal (hemisferio derecho) con el cálculo, el habla, la escritura y las capacidades lingüísticas generales (hemisferio izquierdo)” en cierta manera intentamos ajustar las vivencias del hemisferio derecho a los patrones del hemisferio izquierdo, en cierto modo explicar con palabras las cosas para las que no hay palabras.
Dentro de las funciones del cerebro, de acuerdo a los hemisferios, se encuentran las siguientes. Para el hemisferio izquierdo, hemisferio del ojo y que controla el lado derecho del cuerpo encontramos las capacidades visual-habla-verbal, lógico-matemático, lineal-detallado, secuencial, controlado, intelectual, dominante, mundano, cuantitativo, activo, analítico, de lectura-escritura-clasificación, ordenamiento secuencial, percepción del orden significativo y secuencias motrices complejas; por otro lado el hemisferio derecho, hemisferio del oído y que controla el lado izquierdo del cerebro encontramos las capacidades táctil-espacial-musical-acústico, holístico, artístico-simbólico, simultaneo, emocional, intuitivo-creativo, secundario-tranquilo, espiritual, cualitativo, receptivo, sintético-Guestáltico, reconocimiento facial, comprensión simultánea, percepción de normas abstractas y reconocimiento de figuras complejas.
El poder del hemisferio izquierdo es elevado y se da en la naturaleza del alfabeto fonético. Su alcance de traducir otras lenguas y un pensamiento organizado le da los elementos para invadir e influir en el comportamiento de quienes están regidos por el lado derecho del cerebro, las culturas orales. Dicha invasión requiere cierto grado de adoctrinamiento, tal es el caso de todas las conquistas humanas donde se utiliza la religión como dardo tranquilizador. Antes de cualquier inducción se debe desarrollar en los individuos la capacidad de hilvanar las ideas a través de signos.
La forma es el objeto del hemisferio izquierdo. La diferencia entre ambas culturas se da básicamente en la facilidad de adaptación de en quienes predomina el hemisferio derecho. De otro modo, quienes se basan en el fondo y no en la forma tienen la habilidad de no encasillarse en ideas preestablecidas. Pongamos como ejemplo la incapacidad de occidente de entender la existencia de un fondo para todas las cosas. La idea de que no puede haber una forma sin un fondo es sencilla si la vemos como que sin espacio no hay donde colocar un objeto, pero la costumbre del humano del hemisferio izquierdo de centrar su atención en lo que aparece en primer plano le ha impedido por siglos darse cuenta de que no existe una cosa sin la otra. Cuando lo árabes introdujeron el cero, para los occidentales era inconcebible pensar en un símbolo dedicado a la nada, a lo inexistente. Era obvio que sus concepciones se centraban en la figura y descartaban por completo al fondo. Para los humanos del hemisferio derecho la capacidad de percibir el fondo los dota de don de adaptación inigualable ya que tienden a ver el panorama general de tal o cual situación y no, a diferencia de los del lado izquierdo, las figuras que no coinciden con sus patrones y, en si, los obstáculos.
Pero, como mencionaba con anterioridad, una migración de occidente al hemisferio derecho del cerebro se está dando gracias a la invasión de nuevas tecnologías basadas tanto en el espacio acústico como en el visual. La capacidad de estos medios es proyectar las extensiones del cuerpo humano al exterior y llevarlas a la colectividad. De acuerdo a McLuhan, parte de esto se da en el momento en que la economía de la información supera a la tradicional. El tráfico de información llegará al momento en que ésta será adaptada a las características particulares de cada individuo y un exceso de información llevará al humano a verse inmerso, sin quererlo, en el fondo de sus objetos. Los patrones de conducta cambiarán al grado de que el humano de la era de la información deberá encontrar la manera de encontrarse en la avalancha de datos. Todo quedará expuesto ante la completa violación de la privacidad. Se da la antítesis del tétrade.
Difiero en la perspectiva de que el hombre se volverá cualitativo dado el destape de datos. Algo que McLuhan menciona durante las primeras líneas del libro es que el hombre al entrar en contacto con un televisor se proyecta hacia el exterior entrando en un estado de hibernación o que él llama estado alfa. Para mí la capacidad del hombre occidental no da vuelta a lo acústico sino a una individualidad movida a las nuevas extensiones dando como resultado un estado alfa casi permanente. Tal es el caso de la homogeneidad de patrones de conducta basados en experiencias vividas fuera del cuerpo y más bien en el televisor. Estoy completamente de acuerdo en que se dará una nueva configuración basada en la capacidad de las nuevas extensiones del humano de realizar operaciones a la velocidad de la luz, el humano ha eliminado las barreras de distancia por completo y trae el fenómeno que aun no se termina de dar, los efectos de que se haya transportado de lleno a sus extensiones, ¿cuál será el resultado de la relación tan estrecha entre el hombre y su ordenador?
Se hace alusión a las distinciones del caso canadiense frente al caso estadounidense, pero a mi me gustaría concluir en que el análisis tetrádico sigue sin darse dentro de la elaboración de nuevas tecnologías, el único espacio y en donde coincido con los autores es que el tétrade es la naturaleza de la labor artística. Cuando McLuhan murió, gran parte de los fenómenos de la actualidad se estaban gestando. Internet apenas se encontraba en desarrollo y no como tal, sino como una idea que apuntaba hacia un sinnúmero de objetivos diferentes y con un potencial que el poder vislumbrador de este teórico pudo proyectar con gran asertividad en sus consignas. Pero es evidente que el poder cuantitativo del hemisferio izquierdo sigue siendo preponderante al sobreponer las ganancias o cuantificar el uso de las tecnologías sobre el impacto que estas puedan tener en la sociedad. Permanezco con mis reservas sobre el hecho de que nos volvamos cualitativos y más aun cuando viejos patrones se siguen repitiendo. La educación, por ejemplo, hace uso de la tecnología y se ha reformado, pero en sus raíces permanece la constante de fomentar la apreciación de la forma por encima del fondo o la propensión a basar los problemas en la experiencia y la información comprobable, haciendo a un lado nuestra innegable capacidad subjetiva. Cabe destacar la marcada preferencia de McLuhan hacia la tecnología y en cierto modo hacia la tradición oral dada su fascinación por la capacidad simbólica de los mismos.
***
F U E N T E
MCLUHAN, Marshall y Bruce E. Powers. “La aldea global”. 1ª. ed., México, Gedisa, S.A., 1991. 203p.